"La checa de Vallmajor no era un lugar, sino una pesadilla hechapiedra. Diseñada por Alfonso Laurencic, un hombre que había convertido el dolor en arte, sus celdas eran estrechas como ataúdes de pie, consuelos curvos que impedían el descanso y luces cegadoras que nunca seapagaban. Los sonidos estridentes, como gritos de metal, resonaban enlos oídos de los prisioneros hasta que la mente se quebraba. Elbrigada Martorell, atado y vendado, sintió el frío de la piedra en suespalda y el peso de la desesperación en su pecho. Sabía que aquellugar no estaba diseñado para obtener información, sino para destruiralmas."La Guerra Civil española no solo dividió a un país, sino que fracturóalmas y conciencias. El brigada de la Guardia Civil Francisco SegarraMartorell, como tantos otros, fue víctima y verdugo, héroe y villano,todo al mismo tiempo. Su historia es un recordatorio de que, en mediodel caos, la humanidad puede florecer, pero también de que las heridas de la guerra nunca cicatrizan del todo. Al final, lo único que quedaes la memoria, y la esperanza de que, algún día, el perdón seaposible.